(Sundown; Michel Franco, 2023)
Nadie es profeta en su propia tierra, pero mucho menos Michel Franco. Aunque actualmente es uno de los directores mexicanos más reconocidos y premiados a nivel mundial, sus marcas de estilo lo afilian a una sensibilidad europea más reconocida por los festivales extranjeros que por el público mexicano. Nuevo orden es quizá por lo que más se le conoce aquí, pero no por la película en sí, si no por la controversia alrededor de su estreno. Primero por su trailer, que hacía especial énfasis en la secuencia en que una turba de gente de tez morena aterroriza a una familia blanca y adinerada, y después por los comentarios del mismo Franco, en los que se refirió al término “whitexican” como un insulto racista (comentarios por los que después se disculpó).
¿Es Michel Franco una persona racista? Ésta es una pregunta que no soy capaz ni estoy interesado en responder. ¿Es racista el cine de Michel Franco? es una pregunta diferente y un poco más relevante (pues una vez completada y experimentada por el público una película se convierte en su propio ente). Pero lo que me genera más curiosidad es ¿por qué el cine de Michel Franco recurre a estos estereotipos de la violencia y la pobreza mexicana? Habiendo visto su filmografía casi en su totalidad, me quedo con la impresión de que Franco es un cineasta con ciertos talentos y que ha logrado cultivar un estilo y una sensibilidad reconocibles, pero que se deja llevar por lo que impacta o perturba en el momento, en lugar de articular una visión coherente del mundo.
Si construimos relaciones cercanas con ciertos directores de cine es porque en sus obras percibimos una forma única de pensar y de sentir. Pero en los constantes acosos mostrados en Después de Lucía y en el abrupto final de Chronic: El último paciente, noto apenas una inclinación adolescente por el shock superficial. Es quizá por eso que sus películas que encuentro más satisfactorias son también aquellas que se acercan más a los géneros populares, donde el efecto es más importante que la sustancia. Las hijas de Abril funciona como una telenovela y Nuevo orden como ciencia ficción distópica, si no se piensa mucho en lo que dicen.
Quizá las películas de Franco no están hechas con miedo u odio hacia las personas pobres y de color, sino más bien con una falta de curiosidad hacia ellos. Son una herramienta más para impactar. Quizá sus películas no se proponen construir estereotipos, pero no se cuestionan una vez que caen en ellos. Como en Nuevo orden, el enfoque de su película más reciente Sundown: Secretos en Acapulco, se encuentra en la gente rica. Esto no quiere decir que no pueda ser crítico con ellos, simplemente que sus problemas, vicios, y dilemas parecen interesarle más como cineasta.

Sundown igualmente abre en una burbuja de privilegio. Los primeros minutos nos muestran a Neil (Tim Roth), Alice (Charlotte Gainsbourg) y los adolescentes Alexa (Albertine Kotting McMillan) y Colin (Samuel Bottomley), miembros de la familia británica Bennett, en un exclusivo complejo hotelero en Acapulco, gozando de toda clase de placeres y lujos. Nadan en el mar y en albercas, son consentidos con masajes y bebidas y miran a los famosos clavadistas de la zona turística de La Quebrada.
¿Cuál es exactamente el vínculo entre Neil y Alice? Podemos pensar que se trata de una pareja casada con hijos, pero la película se tarda en revelar la naturaleza exacta de su relación, de manera que nos lleva a cuestionamos nuestras simpatías hacia él en particular. Gradualmente, el idilio turístico es remplazado por sospechas de que algo pasa. En algún momento Alice le dice a Neil “Gracias por venir con nosotros,” en un tono que sugiere que esto es una rara ocurrencia. ¿Estuvieron peleados? ¿Siguen estándolo? Finalmente, una tragedia. Alice recibe la noticia de que su madre ha sido hospitalizada y está gravemente enferma. Una llamada posterior le dice que ha fallecido. La familia se apura para regresar a Europa, pero una vez en el aeropuerto, Neil busca entre sus cosas y parece que su pasaporte no está ahí. Alice propone esperarlo, pero Neil insiste que se adelanten y que él se reunirá con ellos cuando lo encuentre.
De nuevo, una ambigüedad. ¿En verdad perdió su pasaporte? ¿O lo usó como una excusa para separarse de ellos? Si es así, ¿por qué? Neil toma un taxi y una significativa confusión ocurre. El conductor, Jorge Campos (Jesús Godínez), no lo ve ahora como un hombre que se acaba de separar de su familia sino como un rico hombre europeo, posiblemente interesado en el turismo sexual, y de inmediato le dice dónde buscar mujeres. ¿Está equivocado en su observación? ¿Cómo hemos de saber cuál idea de Neil es la correcta?
El guion, también de Franco, construye un misterio alrededor de Neil. Hasta en el título buscamos algo que nos pueda decir más de él–en inglés, “sundown” se refiere algunos de los síntomas de la demencia; ¿sufre Neil de esta condición? Quizá hemos de ver a Neil como representativo de cierto tipo de extranjero que se viene a instalar en México para huir de sus problemas, porque el costo de vida es más barato y que vive en una dichosa ignorancia de lo que ocurre más allá de su realidad inmediata. Después de todo, lo vemos interactuar con distintas personas, todas dispuestas a atenderlo, acogiendo el dinero del que él se desprende con tanta facilidad. Pero esta es una caracterización posible, no una que la película impone.

Franco complementa el misterio de Neil con un estilo que fomenta la distancia: tomas extendidas con mínimos movimientos de cámara, silencios prolongados en los que impera el ambiente. La fotografía, del belga Yves Cape, remonta también a una forma más disciplina del cine dramático, creando dinamismo con el acomodo de los personajes en la pantalla horizontal en lugar de cortar constantemente a primeros planos de ellos. La película reconoce la efectividad de los planos fijos para construir misterio y calma, además de darle potencial expresivo a los espacios que le rodean. Las diferencias de clase son reforzadas a través del contraste entre los sitios para turista rico (el complejo hotelero, la sala del aeropuerto) y aquellos para los locales de clase trabajadora (bares, la playa).
Pero al fotografiar y sonorizar a la película de esta manera, Franco crea otros problemas. Construye una impresión de realismo que solo resalta la simpleza y superficialidad con la que dibuja a sus personajes. Cuando de nuevo invoca imágenes de la violencia mexicana (un tiroteo, un intento de secuestro, una cárcel sobrepoblada) la impresión no va más allá del horror y el cliché. Es cierto que el enfoque de la película es Neil y que estas imágenes resultan congruentes con su punto de vista como extranjero privilegiado. Pero si Franco busca exponer el pensamiento de Neil, lo más que logra es replicarlo. El estilo de la narración (omnisciente, más que subjetivo), nos dice que el mundo así es, no que él así lo ve–imágenes de cerdos a las que la película recurre son legibles como delirios de Neil solo porque los personajes se rehúsan a reaccionar a ellos de una manera que rompe con la realidad de la película.
Incluso su personaje mexicano más importante sufre de esto. En un local frente a la playa, Neil conoce a Berenice (Iazua Larios), una mujer varios años más joven con la que pronto entabla una relación. ¿Está ella verdaderamente enamorada de él? ¿O es una más de los locales que lo ve como un blanco fácil para sacarle dinero? Quizá Franco se resiste a contarnos mucho de ellos para que no manipular demasiado nuestra percepción; que, como sucede con Neil, sus acciones hablen por si solas. Sundown no tiene que mostrarnos personajes “correctos” para ser una gran película. La violencia es una realidad en México y desproporcionadamente afecta a su población más pobre. Pero cuando lo único que nos muestra de sus personajes de clase trabajadora son miradas sospechosas y actos de violencia, ¿qué otra conclusión espera que tomemos?
Como en muchas de sus películas anteriores, Franco ha encontrado formas más o menos ingeniosas de jugar con nuestras expectativas e impactarnos. Su manejo del flujo de información es cuidadoso; incluso cuando no pasa mucho, nuestra idea de ciertos personajes cambia constantemente. Pero su compromiso al efecto y su apoyo en clichés lo siguen alejando de la grandeza. Algunos cineastas pueden crear impresiones poderosas negándonos respuestas. Pero Franco ni siquiera parece tan interesado en plantear preguntas.
★★★
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