(José Ramón Chávez Delgado, 2023)

Si tuviera una moneda por cada película mexicana del 2023 en la que la muerte de una madre detona un viaje por carretera por Baja California, tendría dos monedas. Lo que no es mucho, pero es curioso que haya pasado dos veces, ¿no? A poco más de un mes del estreno de Amores incompletos de Gilberto González Penilla llega ¿Cómo matar a mamá? de José Ramón Chávez Delgado, otra comedia dramática que trata de explorar territorio sensible con los paisajes de la península como fondo.

Los detalles son, por supuesto, diferentes. Camila (Diana Bovio), Margo (Ximena Sariñana) y Teté (Ana Valeria Becerril) son las tres hijas adultas de Rosalinda (Blanca Guerra), de quien están algo distanciadas desde hace tiempo. Tan inusual es que se vean que cuando ella las llama para una cena, la pregunta en las mentes de las tres es precisamente ¿por qué? Pero los motivos de Rosalinda no podrían ser más fuertes. Ella sufre de demencia senil y espera que sus hijas le ayuden a quitarse la vida.

Las tres reaccionan con distintos niveles de incredulidad, aunque no se pelean mucho con la idea. Rosalinda quiere morir específicamente en su playa favorita en Los Cabos, Baja California Sur, por lo que viaja de Ciudad de México a Tijuana, una ciudad a más de mil kilómetros de distancia de su destino–para darle crédito al guion de Carla Sierra, Rosalinda tiene una razón plausible; ella vivió en Tijuana, y va ahí para despedirse de una amiga cercana. Después de esto, madre e hijas finalmente emprenden el camino de norte a sur.

El viaje les da a Camy, Margo y Teté una oportunidad para cerrar ciclos con su madre, pero también para poner en perspectiva los problemas de sus propias vidas, particularmente en lo que a relaciones de pareja se refiere. Margo contempla separarse de su esposo Pablo (Erick Elías), una caricatura insufrible que no hace más que recriminarle y ser miserable cuando se queda al cuidado de sus dos hijos; Teté está pensando en tener un segundo hijo con su propio esposo y Camy empieza a coquetear con otro viajero a quien se encuentran de manera recurrente en el camino.

Todo esto al mismo tiempo que pasan por algunas locaciones distintivas de la Baja. Es un poco decepcionante que, más que aprovechar valor pictórico a los desiertos y el mar que caracterizan el paisaje (como también hizo Camino a Marte hace algunos años hizo bastante bien), ¿Cómo matar a mamá? prefiera aferrarse a locales turísticos más o menos conocidos: el restaurante de langostas en Puerto Nuevo y un hotel boutique de Valle de Guadalupe. El drama cede lugar a una revista de estilo de vida.

Cómo matar a mamá_1

Hay un intento de contrastar las relaciones de las hijas con la de Rosalinda y el padre fallecido de las tres. Pero el lazo es tenue, aparece solo a través de menciones casuales. No ayuda mucho que la caracterización de Rosalinda sea uno de los elementos más débiles de la película. Su personalidad es tan poco clara que desde el principio es difícil saber cuándo está lúcida y cuando no. Cuando emerge su verdadera personalidad o cuando es sus acciones son obra de su enfermedad. Cuando Rosalinda aparece en Tijuana sin avisarle antes a sus hijas, no estamos seguros si se trata de un episodio o si solo es impulsiva.

Tenemos la impresión de que Rosalinda nunca fue una madre dedicada y que las hijas preferían a su padre, pero esto es algo que se nos informa, no algo que emerge orgánicamente de sus interacciones. Se hace más énfasis a un objeto, una estatua de la Venus de Milo que le pertenecía a Rosalinda, que en los particulares de la relación entre madre e hijas. Esto le da una falta de enfoque y claridad, no sabemos si se trata de un intento genuino de reconectar o simplemente cerrar una relación difícil.

Un buen elenco puede salvar mal material. Hay una escena en la que Margo, en pánico, bebe una copa de vino que tenía benzodiazepinas. Es un planteamiento ridículo para una escena, pero Sariñana lo interpreta bien y en el momento se lo creemos. Igualmente, Bovio, Sariñana y Becerril construyen una relación de hermanas que es convincente y también simpática. Atesoramos los momentos en los que pueden simplemente conversar, incluso si en ese momento el guion no va a ningún lado, porque se sienten tan naturales y cómodas entre ellas. La escena en la que cantan “La calle de las sirenas” de Kabah es lo más que la película se acerca a algo verdaderamente espontáneo, alegre e íntimo.

El que ¿Cómo matar a mamá? no termine de funcionar no es necesariamente un síntoma de ineptitud o pereza por parte de los realizadores. Una premisa como ésta simplemente requiere un cuidadoso y hábil equilibrismo de tono. Pero señales de que algo anda mal se asoman desde el título, que pertenece a una película con un humor más negro. El manejo de la película debería ser más realista o más absurdo, en lugar de ese incómodo limbo que habita. La película tiene el buen y refrescante instinto de no hacer demasiado énfasis en el sufrimiento de Rosalinda, en su lugar buscando esos destellos de humor y felicidad que se asoman hasta en las tragedias. Hay un esfuerzo consciente por no caer en la sensiblería.

Pero quizá a la película se le va la mano en la otra dirección. Fuera de unas obligadas discusiones, nunca hay un verdadero conflicto, sea del pasado compartido por los personajes o alrededor del dilema que implica la eutanasia. Nunca sentimos el peso de la situación, quienes hayan vivido con una persona que sufre de demencia o que está pensando seriamente en la eutanasia, tienen razón para sentirse un poco insultados.


★★


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