Estos días hay pocos temas que de los que se hable más que de la inteligencia artificial. Parece imposible leer las noticias sin tropezarse con una nota sobre algún campo de la actividad humana que está siendo cambiado para siempre por esta tecnología. El cine no es la excepción, y su urgencia ha crecido tanto que es uno de los principales puntos de la actual huelga de guionistas en Hollywood.
“Inteligencia artificial” es un nombre engañoso. Lo que se conoce como inteligencia artificial en el mundo real tiene poco que ver con la inteligencia artificial de la ciencia ficción. Una de las IAs más sonados es ChatGPT, que puede mejor describirse con el término de “modelo grande de lenguaje”. ChatGPT almacena y procesa cantidades masivas de información para resolver problemas de generación de textos través de entradas o “prompts” generados por el usuario. El resultado es textos de prosa aburrida sin punto ni sustancia, en los que solo saltan sus ocasionales incoherencias y errores factuales. No obstante, cada vez más se asemeja a algo escrito por un ser humano.
¿Por qué usar las IAs? La respuesta, en teoría, es la eficiencia. Pero ¿eficiencia para quién? Es revelador que el uso de la inteligencia artificial sea promovido por los estudios y resistido por la mayoría de los guionistas. Pareciera que la inteligencia artificial, más que un salto revolucionario, es una herramienta de precarización laboral. De quitarle todavía más poder a los creativos y cedérselo a las corporaciones del entretenimiento. Incluso si las IAs no remplazan a los guionistas, estos serían empleados, no como creadores, sino para “pulir” lo que sea que la IA produzca, reduciendo su control y autoría (y regalías) de lo que sea que escriban.
¿En qué punto las “películas” vomitadas por un buscador de internet glorificado se volvieron una idea que se podía tomar en serio? Definiciones de cine hay muchas, pero no me he encontrado una en la que la creación humana no sea fundamental. Cuando vemos una película, no solo valoramos los aspectos técnicos de su realización y de su historia, actuamos bajo el principio de que lo que vemos en algún momento existió en la mente de otra persona. Ver una película es un diálogo. Incompleto e imperfecto quizá, porque el creador y el espectador no siempre ven lo mismo y ningún espectador ve lo mismo que otro. Pero el “cine” generado por una computadora sería como hablar con la pared.
Una IA no puede crear, solo puede copiar porque su única “experiencia” son las obras que han sido empleadas para “entrenarla”. El que se esté considerando su uso para desplazar el trabajo de personas creativas solo tiene sentido en un mundo en el que este trabajo ya es bastante devaluado. En el que la expresión y la experiencia humana son menos importantes que un flujo siempre creciente de contenido. Es ingenuo pensar que una inteligencia artificial puede hacer mejor cine que un ser humano. Entiendo que algo tiene que cambiar, pues actualmente Hollywood pasa por uno de sus momentos creativos más precarios. Pero recurrir a las IAs solo sería darle más poder a los que ven al cine como un producto. Una verdadera industria del cine debe empoderar a sus creadores, no remplazarlos.
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