(MaXXXine; Ti West, 2024)

La trilogía formada por X, Pearl y MaXXXine se sale de la lógica típica de una franquicia de terror. No es el caso de una película de bajo o modesto presupuesto seguida por múltiples secuelas que, de manera apurada, trataron de capitalizar y explotar este éxito inicial. No había una fórmula original que se desgastara con la repetición, pues su creador Ti West la concibió como un ciclo completo en el que cada película exploraría distintos tiempos y subgéneros cinematográficos–la trilogía bien podría ser el proyecto emblemático de la distribuidora y productora estadounidense A24, que se presenta como promotora del cine independiente y de autor, al mismo tiempo que trata de quedarse con una tajada del pastel que se pelean los grandes estudios de Hollywood.

De las tres, X es la que más se parece a una película de terror convencional: un homenaje directo a Masacre en cadena de Tobe Hooper, en la que jóvenes cachondos son asesinados uno a uno en una retirada locación única. Pearl, la precuela situada décadas antes, toma el punto de vista de una asesina psicópata y narcisista y se viste con los colores fuertes y clichés del melodrama de los cuarenta y cincuenta. Si MaXXXine, la tercera y última parte, tiene una inspiración principal ésta es quizá el giallo, ese subgénero italiano más cercano al thriller de Alfred Hitchcock, típicamente centrado en un asesino en serie y reconocible también por su contenido violento, erótico y su dramático uso del color.

Situada en el Los Ángeles de 1985, MaXXXine continúa la historia de Maxine Minx (Mia Goth), quien ha dejado de ser una joven soñadora para consagrarse como toda una estrella del cine porno. A punto de cumplir 33 años, Maxine decide que la única forma de aferrarse a su tan ansiada fama es incursionando en las películas de Hollywood. Después de una brillante audición para la secuela de terror La puritana II, esta ambición parece próxima a hacerse realidad. No obstante, el peligro rodea a Maxine y a otras mujeres como ella en la forma del Acosador Nocturno, un asesino en serie que aterroriza a la ciudad con una serie de feminicidios–el Acosador Nocturno fue un personaje real llamado Richard Ramirez, pero esta historia verdadera es omitida para mejor encajar con las necesidades de la narrativa.

La carta más fuerte de MaXXXine es su recreación de la época, que va más allá de la banda sonora con éxitos musicales contemporáneos y su alusión al circo mediático que fue el pánico satánico. La película no solo trata de reconstruir los ochenta, también trata de sentirse como un producto de ese entonces. La fotografía, a cargo de Eliot Rockett, evoca al cine de explotación de dicha década con sus luces de neón, sus tonos contrastados y textura sucia. Los efectos especiales, por su parte, lucen táctiles y caseros, reliquias de un tiempo en que los efectos visuales por computadora no eran una opción. Las partes del cuerpo que vemos estallar, triturarse y rebanarse no parecen totalmente reales, pero la película confía acertadamente en que ver algo físico y artesanal tiene su propio encanto.

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MaXXXine tiene algunos de los placeres esperados de una película de terror, sean los básicos o algunos más sutiles que otras películas ignoran. La música de Tyler Bates, a base de sintetizadores, crea una chillante atmósfera que se siente congruente con el cine de la época. Y el asesino cobra una inquietante personalidad antes de que veamos su rostro gracias al crujir de su chamarra y guantes de cuero. La primera parte de la película contiene un descuartizamiento particularmente creativo: Maxine lee el guion de La puritana II mientras eventos similares ocurren cerca de ella. La edición incluso crea un divertido paralelo visual entre Maxine subrayando con un plumón fosforescente y el asesino clavando su cuchillo.

Se nota también que, como guionista y director, West disfruta la ambientación en Hollywood. Si podemos dudar de sus dotes como cineasta, no pasa lo mismo con su estatus como cinéfilo. West no está por encima de parar su historia en seco con tal de hacer una referencia a otra película. Tenemos una escena en la que Maxine se burla de un acosador disfrazado de Buster Keaton, un encuentro en el set de un western que por un instante parece que se va a convertir en un duelo con pistolas, una persecución en la casa de Psicosis de Hitchcock (de su secuela, técnicamente) y en cierto momento el detective privado de Kevin Bacon viste con un traje, sombrero y herida en la nariz que parecen elegidos para hacernos pensar en Jack Nicholson en Barrio chino.

Sí, ese Kevin Bacon. X y Pearl se sostenían con Mia Goth y un par de rostros más o menos conocidos, pero MaXXXine es la única de la trilogía que puede presumir un verdadero elenco estelar. Elizabeth Debicki aparece como una directora de cine, Michelle Monaghan y Bobby Cannavale como dos policías tras la pista del Acosador Nocturno, Lily Collins como una actriz, Sophie Thatcher comno una maquillista, Giancarlo Esposito como el agente de Maxine y los músicos Moses Sumney y Halsey como sus amigos. Es divertido ver actores conocidos en una película de terror que no se toma muy en serio, sea para prestar sus personalidades establecidas, o salirse burlonamente de ellas: la característica seriedad e imponencia de Debicki, el peluquín de Esposito, el acento sureño de Bacon, el temperamento de Cannavale; todos son toques simpáticos que hacen de MaXXXine una experiencia llevadera.

Todo esto crea una narrativa inflada, que no puede hacerle justicia a todos sus personajes y que termina haciendo que el final nos deje una sensación de insatisfacción. Supongo que esto puede leerse como una subversión del género de terror. Al negarnos los placeres típicos (hay múltiples muertes, pero algunas ocurren fuera de cuadro y nos quedamos con ganas de verlas), West está cuestionando nuestra relación con él. O está evocando conscientemente a aquellas películas de explotación que, debido a sus limitados presupuestos, se llenaban de tiempos muertos y subtramas innecesarias con tal de inflar su tiempo de duración.

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Desde el principio, MaXXXine nos deja claro que tiene muchas cosas en la mente, específicamente alrededor del sexo, la religión, y la violencia dentro y fuera de la pantalla. Noticieros reportan con alarma los asesinatos cometidos por el Acosador Nocturno, multitudes con pancartas protestan contra las películas de terror. La película en parte se trata sobre la doble moral que Estados Unidos mantiene contra el sexo, donde el cuerpo femenino es al mismo tiempo un objeto para el consumo de la mirada y el placer masculino o como algo que debe ser reprimido por su naturaleza pecaminosa. La película, por supuesto, no toma lados, y lo que despierta nuestro interés y simpatía por Maxine es que ella es una sobreviviente navegando pragmáticamente entre estas dos formas de opresión.

O algo así. El comentario de West era más o menos fresco y entretenido en las primeras de los películas, pero situar su tercera parte en la capital del entretenimiento internacional no basta para darle novedad a sus ideas. MaXXXine tampoco encuentra una forma verdaderamente entretenida de expresarlas. Es demasiado inteligente para su propio bien y al mismo tiempo nunca es tan inteligente como se cree. ¿Tiene sentido? Permítanme elaborar. A ratos, MaXXXine me hizo pensar en un trío de películas ochenteras de Brian De Palma: Vestida para matar, Estallido, Doble de cuerpo y Vestida para matar. La comparación no hace quedar bien a la película de West. Podemos ver las de De Palma y quedarnos con una idea clara de aquellas ideas que lo mueven como cineasta: ideas sobre la psicología, la vigilancia y especialmente el voyerismo.

Pero también vemos a alguien que busca transmitirlas a través de una forma cinematográfica virtuosa que excita por sí misma: pantallas divididas, planos secuencia y un montaje paralelo que empuja el suspenso a ridículos niveles antes de liberarnos de él con un destello de violencia o melodrama. De Palma no sermonea, explora sus mismas ideas a través de las sensaciones y emociones más vulgares que le permite el género. Películas como estas, me parecen, ilustran aquello a lo que una película como MaXXXine puede aspirar, pero se queda en ideas a medio cocer, sin algo verdaderamente emocionante en la superficie.

La trilogía de West tenía algo así en la actuación de Goth. Especialmente en Pearl, la actriz se entregaba atrevidamente a cuestionar lo que es una buena o mala actuación, remplazando cualquier matiz con pura exageración, pero logrando un efecto inquietante. Al tratar de opacarla con una fanática recreación de los ochentas y un conjunto de personajes que no trasciende la caricatura, la serie pierde aquello que la hizo especial. MaXXXine tiene una estrella, pero le niega la oportunidad de brillar.


★★1/2


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