Jurado No. 2 (Clint Eastwood) – Mención honorífica
Aquí empieza la segunda parte del artículo. La primera parte está disponible aquí.
10. La práctica

A Martín Rejtman se le da crédito por inaugurar una de las etapa más emocionantes y originales del cine argentino. Más de treinta años después de su ópera prima, su estilo sigue siendo singular. La práctica, su película más reciente, sigue a un yogui de mediana edad a lo largo de múltiples encuentros y desventuras que sugieren una vida en crisis al mismo tiempo que nos dejan con la sensación de que, pase lo que pase, parece caer (metafóricamente) bien parado. Con un pie en la comedia y otro en la depresión, Rejtman construye mundos únicos sin salirse de una cotidianidad que podemos reconocer al instante. Diagnósticos de salud mental coexisten con divertidos enredos y confusiones, un divorcio con tropiezos de comedia física y personajes que se vuelven entrañables a pesar de que sus rostros nunca delatan mucha emoción.
9. Desafiantes

En Desafiantes, el director Luca Guadagnino nos entrega una emocionante adición a la lista de películas sobre dos mejores amigos que se enamoran de la misma mujer. Construida alrededor de personajes obsesivos y ambiciosos, interpretados por Zendaya, Josh O’Connor y Mike Faist, la película nos sumerge en el mundo de alta presión del tenis competitivo y a un triángulo amoroso donde mucho más está en juego. El director de fotografía Sayombhu Mukdeeprom mantiene un ojo atento a sus cuerpos para capturar el deseo y tensión bajo la superficie, mientras que la música de Trent Reznor y Atticus Ross deja que el corazón se nos acelere como si estuviéramos con ellos en la cancha. Todo culmina en un encuentro donde todos los trucos de cámara posibles crean algo de lo más emocionante que se ha visto en una película comercial de este año.
8. Secretos de un escándalo

El director Todd Haynes aborda un caso de real de abuso sexual con una mezcla de delicadeza, empatía y un total conocimiento de las normas del melodrama. Secretos de un escándalo se aleja de los detalles amarillistas que tanto persiguen los tabloides para frustrar nuestras expectativas y mostrarnos las vidas cotidianas de personajes humanos y reales–aunque no explícitamente basados en las figuras reales. Una actriz que busca interpretar a una maestra que abusó sexualmente de su alumno menor de edad es nuestro punto de entrada a la complicada psicología de una situación así. Al centro de todo están Natalie Portman y Julianne Moore dando actuaciones sutiles pero que sugieren demasiado. Incluso en una película que nos muestra tan poco, nos quedamos con la sensación de que hemos visto los peores instintos de las personas.
7. La quimera

Alice Rohrwacher se mueve con extrema habilidad entre la melancolía y el júbilo en su nueva película La quimera. Los tesoros antiguos actúan como apta metáfora para los recuerdos lejanos de su protagonista interpretado por Josh O’Connor, un saqueador de ruinas atormentado por un amor perdido del pasado. Su duelo, no obstante, se intercala con un desfile de coloridos personajes de la Italia rural (Carol Duarte, como un potencial nuevo amor, es una revelación) y juguetones usos de la forma (imágenes aceleradas, como en una comedia física silente). La película entonces vibra con vitalidad y esperanza y se mantiene ágil gracias a la emoción del descubrimiento y una trama sobre la persecución de riquezas perdidas en el mercado negro. Su final, que teje el pasado y el presente, los sueños y la realidad, es uno más de los milagros cotidianos que caracterizan a su directora.
6. Cerrar los ojos

La filmografía de Víctor Erice es pequeña en número pero grande en influencia. Sus primeras dos películas, El espíritu de la colmena y El sur, hechas en los setenta y ochenta, son clásicos atesorados del cine español. A sus más de ochenta años, Cerrar los ojos es apenas su tercer largometraje de ficción pero está hecha con el dominio y sensibilidad de un maestro. Usando como punto de partida a un director que, décadas después, reconecta con la misteriosa desaparición de un amigo actor, la película es una poderosa reflexión sobre la edad y el cine, contada con un ritmo que atina a las verdades de la vida diaria y que permite que sus giros en la trama adquieran el poder de profundas revelaciones humanas. Íntima, vulnerable y sabia.
5. Música

Música, de la directora alemana Angela Schanelec, contiene suficientes tragedias para alimentar un melodrama hecho y derecho, pero su estructura narrativa nos hace trabajar para descifrar qué pasa y cómo. Vistas de esta forma, cada una de las pérdidas que sufre su protagonista capturan esa dificultad que experimentamos al tratar de encontrar sentido en las tristezas de nuestra vida diaria. Su camino a la emoción es indirecto, pero no menos poderoso. Compuesta de planos y actuaciones estáticas, la película nos hace prestar especial atención a cómo los sentimientos de sus personajes evolucionan a través del lenguaje corporal: cómo caminan, se acarician y se abrazan. Aun cuando su historia es difícil de reconstruir y el sufrimiento de sus personajes constante, su forma de sugerir el confort e intimidad que podemos encontrar en otros, así como en la música, nos termina dejando un sentimiento cálido.
4. El mal no existe

El maestro japonés Ryusuke Hamaguchi aborda el tema del ambientalismo alejándose de cualquier binarismo moral. Como su título sugiere, El mal no existe nos presenta un mundo sin héroes ni villanos claramente definidos y donde los juicios que toman sus personajes (así como nosotros como espectadores) están perversamente condicionados por lo que se sabe y lo que no. Situada alrededor de una comunidad rural en la que se planea construir un espacio de glamping, la película inicia con una preciosa ilustración de la naturaleza, así como el frágil balance y dependencia de sus habitantes, para después adentrarse con detalle y emoción a las discusiones políticas de temas que pueden parecer triviales pero que tienen repercusiones mayores. Todo como antesala para un perturbador y sorprendente final con el que uno se queda mucho después de haberla terminado.
3. Furiosa: de la saga Mad Max

George Miller ya había alcanzado lo que para muchos era el pináculo del cine de acción con Mad Max: Furia en el camino. Al regresar, no solo al género, pero también a este mismo universo, solo corría el riesgo de perder la buena voluntad generada por este triunfo. Pero Furiosa: de la saga Mad Max justifica su existencia precisamente porque nunca trata de superar a Furia en el camino. Cubriendo años en lugar de días, esta precuela sobre los años formativos del ahora icónico personaje ofrece profundidad psicológica, una narrativa épica y a Anya Taylor-Joy honrando la ferocidad original de Charlize Theron sin dejarse opacar por ella. Su enfoque a las escenas de acción también cambia. Los cortes rápidos ceden a fluidos e imposibles movimientos de cámara para crear una nueva variedad de violencia y espectáculo.
2. Zona de interés

Zona de interés encuentra una nueva forma de abordar el tan repetido género del drama sobre el Holocausto. Perturbadora pero también estimulante por su uso de la forma, la nueva película del director Jonathan Glazer decide no centrarse en las víctimas para hacernos cómplices de la familia de un militar encargado del campo de concentración de Auschwitz. Los horrores que ocurren dentro de él los escuchamos, mas no los vemos, permitiendo que nuestras mentes se imaginen lo peor. El resultado es una película sin cuentos inspiradores donde el espíritu humano persiste en tiempos difíciles, que se rehúsa a reconfortarnos diciéndonos que éstos han quedado en el pasado, pero que más bien nos recuerda la facilidad con la que el genocidio puede coexistir con vidas cómodas y pacíficas.
1. Días perfectos

El veterano alemán Wim Wenders honra a su maestro Yasujirō Ozu con una película ambientada en Japón y tan atenta a la rutina y a la cotidianidad. Siguiendo el día a día de Hirayama (Koji Yakusho), un empleado de limpieza de los preciosos baños públicos de Tokio, Días perfectos revela un alma sensible, aferrada a la tecnología análoga y táctil (los libros, su música en casete, la fotografía de rollo) y atenta a esa belleza que está al alcance de todos pero que pocos nos detenemos a admirar. Lejos de romantizar la humildad y la pobreza, el guion hace de Hirayama un misterio; un hombre gentil en su forma de ser, pero cuyo pasado se mantiene difuso. En su vida, preciosas interacciones con conocidos y extraños coexisten con una persistente melancolía, encapsulada perfectamente por el primer plano de su rostro que le da a la película su final.
Días perfectos es un precioso viaje por la constancia y el azar, una cálida y sabia contemplación de la vida y la mejor película que vi de este año.
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